(2) Siempre quise ser Lawrence de Arabia, Ariel Schiller

-"Good morning, Mr. Smith, how have you slept last night?
-Quite well, thank you. But it´s very hard being an English citizen in this time…you know…the general situation, the war…
-Let me ask you some questions, please. I ´m coming from abroad, far from here. I´m a Spaniard journalist, or a researcher, or something like this… and you are a good man, you look an exemplary citizen to me, itsn´t truth?
-Yes, of course… I have been Thory all my life…my ancestors too…
-Do you have bad dreams at night?… Nightmares perhaps?
-Do you know something about Captain Lawrence and the war at the Arabian desert?…Over what the papers say…I think…"

Y así podríamos seguir dialogando durante horas, si es que el buen hombre no debiera ir a su trabajo, o sacar a pasear al perrito, tan concertado como él, o dejar preparado más té con leche para "su santa" y ocultar las noticias de la Gran Guerra de Europa en el periódico y en cambio ponerle sobre la mesita las páginas sociales, la moda 1918-1920 y los rumores de Buckingham Palace.Lo hice en inglés no por esnobismo, ya podéis ver que mi inglés no es el de Shakespeare ni el de Thomas Hardy, sino porque nuestro ciudadano modélico no conoce ninguna otra lengua fuera del Inglés –no se molestó nunca en estudiar otras lenguas ni otras culturas- y creyó desde siempre que su isla y su cultura estaban en el centro del universo, y que todas las rebeliones que estallaban en ese mundo convulso eran para mejor parecerse a los ingleses. Cuando yo pienso en la self identity él dice folklore.

Podríamos seguir dialogando al estilo de un guión de sociodrama de los que yo invento; yo haría un gran esfuerzo de interculturalidad para entenderlo a él y a su sociedad, pero él no haría ningún esfuerzo por entenderme a mí. Me escucha por cortesía victoriana y cuando se acaba la curiosidad me echará de su casa. Menos tiempo que a su perrito haciendo pis bajo un árbol.
Creo que está claro que Mr. Smith de Chelsea es el polo opuesto a mi héroe anterior, Lawrence de Arabia. También está claro que a él le tocará juzgar la actuación de Lawrence, ser lejanamente beneficiario de los logros de esa guerra, y a los periódicos de esa época dar su "veredicto final".Nosotros no juzgamos, sino que analizaremos brevemente a este personaje, mucho más escuetamente que lo hicimos con el anterior.

Dijimos que teníamos el paradigma del antihéroe intercultural.

1.No sabe ni se molesta en saber ningún idioma fuera del suyo propio.
2.Aunque acepta a todos por cortesía cree que su país, su reino o su imperio están en el centro del mundo y de la historia.
3.Sus costumbres, hábitos, ceremonias y rituales colectivos son más heredados que caracterológicos. Es más Personalidad Social Básica (PSB) que personaje o persona. Todo lo que lo veréis hacer son "mores sociales" (Talcot-Parsons) que él confunde con las esencias eternas del Imperio.
4. Los hechos de la historia externa a él no lo involucran de forma personal, luego no tendrá pesadillas nocturnas; los personajes se suceden sólo si él los conoce tangencialmente, como vecinos, lejanos conocidos, o como rumores o cotilleos.

En mi pueblito en el campo de Granada se conocen así las cosas, y escuché verdaderas crónicas de la Guerra Civil Española contadas como líos entre familias, vecinos y guardias civiles, mas algún falangista "importante" que venía de la ciudad. Todos corrían a todos entre los olivares y las higueras para ver quién hacía acabar a quién contra la tapia del cementerio. Por entre los dos bandos de la España en pugna circulaban rebaños de cabras. Ahora también.Pero mi pueblito, y a mucha honra diré su nombre: Otura, conserva su memoria histórica, su conciencia de comarca, y jamás se creyó el centro del Imperio ni el centro del mundo.Que eso mismo le suceda a un ciudadano modélico en el centro de la capital que se creía centro de un Imperio que durante más de un siglo fue el centro del mundo, empieza a ser preocupante. Interculturalmente hablando. Así no es difícil que se creen marginales que con una intuición genial o por pura desesperación vayan a la búsqueda de nuevos horizontes.

Decía hace algunos años la hija del Presidente Reagan de su propio padre: "Mi padre es muy intuitivo pero lee más bien poco. En casa lo único que se leía era la Biblia, el diario local de California, el boletín parroquial y una vez al mes el Reader Digest". Cuando la chica Reagan decía esas cosas con toda inocencia ya se habían producido los encuentros con Gorbachov, se negociaba desmantelar misiles con cabezas nucleares y comenzaba el deshielo de la prolongada "Guerra Fría".Entonces ¿quién es aquí el paleto y la sociedad folk que no está interesada en ninguna interculturalidad, ni sabe lo que es? ¿Lawrence? ¿algunos de sus beduinos semisalvajes, vengativos y heroicos? ¿yo mismo tal vez? ¿o alguno de estos ciudadanos modélicos a los que en diferentes momentos les tocó ser el centro?Sabría cualquiera de estos ciudadanos procedentes de los países del "canon cultural" (Harold Bloom) sobrevivir en las condiciones naturales de su propia comarca, no ya de la ajena, sin todo el andamiaje "adquirido", una sofisticada tecnología y una cantidad de personal de servicio que le sacan las castañas del fuego?¿Lo sabría hacer con la misma facilidad y hasta elegancia no propuesta con que lo hace un beduino en su propio desierto?Entonces ¿qué definimos como cultura y a qué llamamos interculturalidad?

5. Para no dejar trunco este intento de sociodrama: últimas noticias sobre nuestro buen hombre, Mr. Smith del barrio de Chelsea:

Nos vamos al año 1949, Mr. Smith es ya muy viejecito, se jubiló hace tiempo, también murió su perrito pero aún vive su mujer. Apenas salen de casa pero siguen tomando té con leche por las mañanas y leyendo religiosamente dos periódicos al día: uno oficial y serio, y otro un tabloide de prensa amarilla para alegrar el espíritu; siguen concurriendo a la Iglesia Anglicana del barrio pero dejaron hace tiempo de asistir a cócteles y a las partidas de bridge.

Londres sufrió crueles bombardeos por parte de la Luftwaffe alemana y los barrios quedaron prácticamente arrasados. Ahora se está reconstruyendo y la ciudad dolorosamente cambia de fisonomía.Los obreros de la construcción son en su mayoría de tez morena y llevan turbante, varias veces al día se detienen las obras para rezar: oraciones islámicas.Los bares y las tiendas de ultramarinos, que nunca faltaron, ahora son regentadas por chinos, rusos y persas. Ya es difícil encontrar un Tea House como los de antes y apenas quedan algunos pubs en el centro, pero éstos están invadidos por jóvenes intelectuales airados y disconformes que hablan muy alto y miran hacia la Rusia comunista donde manda José Stalin. Y se cuentan de allí cosas horribles.Qué le pudieron ver a ese hombre no se sabe. Por cierto, en la cumbre de Yalta fue el menos gentleman de todos los presentes, aunque también se cuenta que Roosvelt es "rojillo".
Quedaba el viejo Churchill, pero éste también perdió las elecciones y ahora están Clement Atlee, Ernst Bevin y una pandilla de Whigs que están liquidando el Imperio.Por eso hay feas viviendas de protección oficial, slams de ladrillos rojos poblados de inmigrantes que ni hablan inglés.El Imperio se está disgregando y nombres propios de países raros aparecen en los periódicos, más vale no leerlos siquiera, los inmigrantes sólo nos devuelven la visita ¡qué amables!
Ya se ha perdido la India, se ha perdido Palestina, el Sudán Angloegipcio, y el propio Egipto está agitado; la Irlanda católica, republicana e independentista se revuelve y vomita su odio sobre nosotros, Suráfrica vuel ve a ser "Boer" y reniegan del Inglés porque hablan Afrikaner, y si miramos hacia dentro del país es una pura ruina con mucha demagogia laborista.

-"A bad time to be an English citizen and a gentleman"

Y al fin y al cabo ¿qué hicimos de malo? ¿así nos pagan la cultura que les dimos? ¿qué sería de ellos sin nosotros?Algún día, caviloso y triste, el bueno de Mr. Smith dejará por unas horas Chelsea, viajará en subway hasta Leicester Square, sabe que ya está viejo y puede incluso hacer el ridículo, pero en su país la gente es respetuosa con los ancianos y las buenas costumbres de tolerancia no se han perdido; caminará después hasta Picadilly Circus y se sentará en esa plaza, centro del centro de la ciudad que es el centro del Imperio.Tal vez le dé hambre y compre un cartucho de fish and chips metido en papel, con ketchup y vinagre, como cuando era joven, y verá desde su banco de la plaza pasar a otros jóvenes cogidos por la cintura y sin chaquetas ni corbatas, las mozas sin sombrero, hablando muy alto y pasando indiferentes a un chaparrón eventual, en Londres nunca se sabe, y lo único que permanece invariable es el tiempo. De lo contrario ¿de qué se hablaría?Entonces él también se dejará mojar, como una caricia de la patria vieja, como la cosa más conocida y deseada por él.Al cabo de un rato se levantará, irá al quiosco más próximo y comprará dos periódicos, los mismos que recibe en su casa.Querrá comprobar si desde el centro del centro de la ciudad las noticias se entienden de otra manera. Leerá y releerá lo que ya leyó esta mañana, y no hay caso. Cada vez entiende menos.De pronto se sentirá muy solo, muy débil y muy viejo en un mundo que se estrecha a la vez que se aleja, ya no está en Picadilly Circus y tal vez Londres no sea Londres, sólo le queda Chelsea y la boca de Metro que le lleva hasta allí.

Por supuesto que ya no es centro del Imperio que fue centro del mundo, eso lo dicen todos los periódicos, los "serios" y los tabloides. Ahora se siente en el centro de una isla cada vez más insular y más aislada.Si hubiera tiempo, si ya no fuera tarde, debería saber algo más que Inglés y conocer algo más allá de Chelsea, y dejar de creer que "todas las culturas del mundo" le iban a llegar hasta su barrio, se iban a deslizar bajo la puerta ya traducidas y no más largas que una columna de periódico. Por un brevísimo momento, mientras baja las escaleras del Metro que lo llevará de nuevo a su casa –my home, my country- se le cruza en la imaginación, por aquello de la libre asociación, la figura casi flotando al viento, recortada por el Fata Morgana, de aquel bastardo fantasioso irlandés a quien llamaban Lawrence de Arabia porque nunca lo dejaron ser Lord Chapman.


IV

No suelo ocuparme mucho de mi autobiografía, aún no se me ha planteado hacerlo; lo creáis o no jamás llevé un diario ni creo tener un álbum de fotos familiares, tampoco tengo una cámara de fotos, y para mis memorias, si a alguien le interesan, es todavía pronto.Pero tengo la edad suficiente en la que gran parte del contenido de mi conciencia de estar vivo y estar en el mundo ya lo componen los recuerdos, y no tanto las vivencias como la memoria de algunas vivencias y de algunos traumas.Cuando no son mías propias son las de la parte de la Historia que me tocó vivir, o de personajes que uno elige desde pequeño como en el caso de Lawrence de Arabia por razones tanto subjetivas como transculturales (Ken Willbur), o directamente porque me gustaron y hacían que mi soledad fuera más soportable.También pasaron "por mí" al menos dos generaciones completas, creo haberlas entendido y no me arrepiento de haberme alejado a tiempo, pasaron diferentes países en los que habité, idiomas que hablé y literatura que leí. Muchos de mis amigos o contemporáneos ya están muertos por diferentes guerras, revoluciones o represiones que me tocó vivir de cerca, nunca tangencialmente ni por periódicos.A cada uno de ellos, a los amigos, a los países, los quise de verdad de diferentes maneras y me entregué plenamente a esos idiomas y a esas literaturas y a esas culturas. Cuando digo plenamente quiero decir haberlas leído, degustado y haber dejado de ser ente pasivo que consume cultura hasta ser modestamente uno de sus creadores.Pasé en todas esas culturas desde la economía del consumo y la economía de los servicios a una tímida pero constante economía de la producción. Eso me acarreó más de un conflicto con los patrimonialistas y los mandarines que había en cada cultura, lo cual los hacía a ellos menos interculturales, más provincianos y puristas de lo que no tienen.
Por mi formación ideológica y tal vez para consolarme después de cada rechazo yo llamaba a esto "lucha de clases"; otros que querían consolarme pero no daban en la tecla adecuada y le decían a esto "reglas del juego" y el que transgredía era yo.Ese argumento ya lo escuché en varios idiomas, siempre referido a mi actuación.Comencé a sentir hace años, aunque ya lo percibí desde la niñez, que yo era el Otro Perpetuo para los Otros y que mi Identidad pasaba justamente por mi Alteridad. Se estrechaba y empobrecía si se quedaba en ID y se enriquecía si se entregaba al ALTER (de la manera arriesgada y sincera con que yo intenté hacerlo). Si no hubo más logros y consecuciones se debe sólo a mi propia capacidad o incapacidad. "Reglas de juego" desde luego no las hubo ni una cultura dinámica las admite.Me parece ahora que los que me hablaban de "reglas de juego" se estaban refiriendo en realidad al discurso del poder, eso es verdad que existe y que cada poder genera su discurso.

La valentía del Agente Cultural, también "agente secreto" como me tocó serlo a mí y también a Lawrence, está en analizar si ese poder y ese discurso que generan los patrimonialistas, los mandarines y los "guardianes de las esencias" son necesarios para una cultura o son directamente antifuncionales.
Hasta que todos terminaban de analizarlo yo ya cambiaba de país, cambiaba de cultura, cambiaba de lengua y de estructuras ¡Menudo descarrío, a veces hasta se me escapaba una lágrima sobre los paquetes de libros...! pero es que el rencor y la incomprensión que yo generaba –como todo "agente secreto", supongo- no se podían transformar en harina y amasar con ellos un pan.Debo confirmar con cierta satisfacción histórica, que no personal, porque al fin y al cabo la Némesis alimenta a la Historia, que estas estructuras y estos mandarines y "guardianes de las esencias" se iban empobreciendo cada vez más y empobrecían las culturas con su propia quiebra hasta quedarse en un simple sueldo ministerial o administrativo y con el nombre de una asignatura, hasta que con el tiempo desaparecía la propia asignatura por considerarse antifuncional; y yo me iba haciendo cada vez más rico o enriquecido con cada cambio (no en dinero, por supuesto).Cabe preguntarse nuevamente qué cosa es cultura y qué es la interculturalidad y a quiénes enriquece.Mientras tanto el inglés del subcapítulo anterior terminó ya de comer su cartucho de fish and chips y se dispone a tomar el Metro que lo conduzca a su casa en Chelsea, con los dedos grasientos, los periódicos bajo el brazo junto al paraguas, volverá a su casa más desconcertado que antes, pues sigue sin entender lo que pasa ni cómo "se le fue un Imperio".

Ya que me han pedido "la narrativa de los autores y profesores que participaron en el Congreso de Interculturalidad", y de no ser por eso nunca habría tocado puntos autobiográficos ni removido fantasmas personales, me permito meditar en silencio una frase con la que Jorge Luis Borges cierra un hermoso cuento sobre el último reyezuelo de los bárbaros hecho prisionero tras múltiples guerras y guerrillas, está encerrado en un corral y va a ser ejecutado al día siguiente porque encima de rebelde es un pagano contumaz y estamos en la Inglaterra romanizada y recién cristianizada, probablemente muy cerca de donde Mr. Smith toma el Metro.El cuento se llama El Testigo y creo que pertenece al libro Ficciones, pero me interesa su final: "...El mundo será un poco más pobre cuando este sajón haya muerto..."

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