En la mejilla de Belkis Cuza Malé
Augusto Lemus


      Escribir un poema -afirmaba Borges- es ensayar una magia menor. Ejercer su crítica -ha afirmado el crítico in mutis Enrique Lomba- implica conjurar esa magia, atrapar los enigmáticos cifrados del brujo, los misteriosos arcanos del ceremonial.  Acercarnos a la obra de Belkis Cuza Malé, es estar convidados al Festín de los Dioses sin que nos hayamos lavado las manos. Es cargar con las espurias soledades de la muchedumbre, intentando tocar las multitudes del yo.  Y es que Belkis es ángulo fiero, proceloso mar bajo superficie calma.

      ¡Qué bien arde la gota de sangre! Magnífica expresión, que la poeta nos da, de la contingencia del Universo, clarividente albur de esta dama de estirpe recia, guantes de seda y palabra flamígera que nos convida al laberinto borgiano, a los senderos que se bifurcan, a los espejos convexos. La otra mejilla. París: Lunáticas (2008) ultimo libro publicado por Belkis, es un desafío, un engañoso ardid, trampa mortal para el lector ingenuo, para el crítico desprevenido.

      Alejado de las vertientes cristológicas, los gestos hieráticos, las sofisticadas estrategias de enmascaramiento, La otra mejilla demanda del lector una postura inteligente, desasida del cuerpo fósil de la poesía al uso. Versos que no buscan las erudiciones epatantes, que le serían tan fáciles de lograr a su autora, y que utiliza el verbo en función del logo,  y el ego en función del ser.

      Cuza-Malé mata a los muertos, no dedica sus poemas a la desmembrada pandilla de sus años mozos, no se los dedica ni los nombra, pero los resume, los quintaesencia en imágenes vivientes, que nos da una época en los ojos de una joven mujer. No nos intelectualiza su mundo, apenas lo describe en un trazo ligero, seleccionando el detalle que escuece en su aparente sencillez tremendista.

      El poema Jagüey Grande es muestra de ese paradojal mundo que en sus contrastes plantea un universo de posibilidades diferentes y desvelamientos de la realidad aparente: El polvo nos devoraba; / convertidos en nube de moscas / atravesamos sus calles limpias. Versos en los que escuchamos los improbables dulces reproches de difuntos, y la no menos incompatible fusión del Olía a cal este pueblo, / a naranjos

      La alegría, la tristeza, la rabia, la resignación y sobre todo el miedo palpitan en los descarnados resquicios de estos cuadros, que no siempre son los de Belkis, no siempre nos parecen humanos, y por momentos los vemos deslizarse como la exudación de un cadáver de piedra, del cadáver habanero, más bien debía decir cubano. Las emociones constreñidas son la artimaña y clave de este libro en que la vida es acunada en su regazo.

      En uno de los dos únicos poemas dedicados, Oda para un conquistador de lo desconocido, nos pareciera hallar más la imagen de ella, vista a través del espejo, usando los disfraces del autor de Fuera de Juego que la del propio Heberto Padilla:

Asumió la pasión de los hechizados,
de los que tiemblan sin suerte
en la agonía;
prediciendo como el astrólogo
su propia incapacidad de sobresalto
cruzó el mar,
no se supo nunca por qué,
y en función de la eterna parábola,
la que menos le gustaba
-un destino o una vida por otra-
hizo que todos los fuegos iluminaran
el cielo,
su gran mansedumbre, sus íntimos rincones,
la gran antesala de lo histórico.
Poco importaban el hombre y su ciega misión
por conquistar la suerte,
poco el sufrido antepasado del bosque,
la vieja raíz peleando con los pájaros.
Alguien, el menos indicado,
le sobrevivió para contarnos
que ni la vanidad ni el temor a lo desconocido
lo apartaron del camino.
Ya no habrá regreso, ni mar,
ni sombra.
La calumnia no perdona a sus victimas.

      Urgida de preguntas Belkis Cuza Malé no pretende tener todas las respuestas, y no podría ser de otro modo en una mujer sabia hecha a golpes de cincel, azares y pétalos de rosas. El lector tiene acceso a la austera intimidad de sus angustias, las que la han resquebrajado pero que nunca la doblegan.

      Tiene tiempo ahora para formar juicio propio, para librarse de la tiranía que imponen juicios interesados. Es cierto, La calumnia no perdona a sus víctimas, pero también es cierto que la justicia yerra e inexorablemente se avecina, quebrando los anodinos ídolos de barro que nos fabricaron, derribando las facciones, estrangulando las conjuras de silencio. Ya la historia de la poesía llega a depositar su beso sobre la mejilla de Belkis Cuza Malé.  

                                         
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