Para que la muerte no te toque
                           A la dulce Elena en su tránsito


Para que la muerte no te toque
con su lapislázuli
hemos preparado los instrumentos de alabanza,
el salterio, el arpa, los címbalos,
y añadido el clavicordio y el trombón,
pero la trompeta se la dejamos
a Dios.
Sólo él puede rugir desde lo alto del monte
y apedrear con su voz a los cernícalos,
y trozar las espadas del Maligno
para que no desollen tu cuerpo,
ni hagan pasto de tus ojos.
El veneno ha sido puesto a buen recaudo
al igual que los enseres del doctor.

Sométete, dulce presencia,
a sus designios,
y dibujemos, para protegerte, el círculo de fuego
donde yazgas como piedra preciosa
escondida en el polvo.
Agarrados de las manos,
--árbol de mil ramas--,
entonemos cantos de alabanza a Dios,
por habernos regalado tu presencia,
por compartir con nosotros los días y las noches
del exilio, sus nardos, sus tiernas azucenas,
la fina capa de hielo conque amuralla la ciudad
para que no escapes todavía.



Belkis Cuza Malé
(De su libro inédito Los salmos de la Reina de Saba)

La Peregrina Magazine