​El poema


cuando no sabía que yo era poeta
Marina Zvetaieva


Primero fue el agua.
Mi madre me lavó entre esas cosas,
esos perfiles dulces de las cosas:
la margarita triste,
el perro adormecido que quería lamer,
el pensamiento de algo, ignoto todavía.
No sabía qué hacer con esas notas.
Me gustaba palpar el lomo de la tarde,
escribir las palabras hasta verlas brincar,
resquebrajar el libro, convertirse en la nada.
No sabía qué hacer entre las pompas.
No conocía versos, ignoraba a Petrarca
y entonces un soneto
era parte de Dios o algún milagro.
Tenía una libreta en cuya azul cuadrícula
iba anotando todo.
Muchos años después reconocí el poema.



​Fotografía con veladura

(Mujer ahogada en la playa de Tarifa)


Si hubiera llegado hoy en un tren.
Si hubiera llegado esta mañana, temprano, muy temprano, en un tren.
Si hubiera llegado, cargada, muy, muy cargada,
extraviada casi, en un terrible tren de pasajeros.
De pasajeros chinos o blancos como yo. De terribles pateras amputadas.
De aviones caídos, de coches, pasajeros de coches con airbag
y os hubiera dicho -casualmente-:
“Yo soy la hija de la hija de la hija de alguien
descendiente directo de Averroes
-panteísta también mi bisabuelo-,
o la tataraalgo del mismo ascendiente de Qahtan Muhammad al-Shaaabi”.

Pero no. “No decir. No pronunciar acaso”.
No podría contaros que mi nombre es normal descendencia del sur,
descendencia de carne con hilachas,
de tapices hilados con el sudor del sur,
de tiempo de tampones de grasa de camello,
de cubrirme la cara blanca oscura, con dos espejos negros como lunas
aflorando del lienzo, sendas lágrimas como perlas de alcófar,
de escupir un cordero de aromas emblemáticos contra el viento del norte,
de escupir las palabras al bajar de este tren,
de escupir el silencio de viajeros blancos, oscuros tal la noche
cuando devoran mar,
de escupir tantos pueblos, tantas demarcaciones
pestilentes, con moscas en los labios -sin agua- de los niños,
con oasis de miedo encendidos de rabia,
de escupir en el tren.

Si hubiera llegado esta mañana fría
envuelta en algún tren de madrugada.
Si hubiera llegado sin ropa a esa otra orilla
                                           o
con la ropa mojada de creer
en el señor del norte o en Al-andalus.





Dolors Alberola. (Sueca, Valencia, 1952) ha publicado, entre otros, los siguientes títulos: Cementerio de nadas (Madrid, 1998), Conversaciones con Uriel (Cádiz, 2001), El monte trémulo (Barcelona, 2003), El libro negro (Madrid, 2006), Arte de perros (Jerez, 2006), El ojo y el tiempo (Madrid, 2007), Del lugar de las piedras (Gijón, 2009) y De piedra y sombra. Antología poética (1982-2006). Traducida al gallego, catalán, portugués, francés, italiano, árabe, serbio, rumano y ruso, su obra, distinguida con numerosos premios como lo son el Premio Carmen Conde (1998), Premio de Poesía Ernestina de Champourcin (2005), Premio Ciudad de San Fernando (2005), Premio María Luisa Sierra (2005), Premio Ciudad de Torrejón (2007), Premio de Poesía Pastora Marcela (2007) y Premio Internacional de Poesía Alonso de Ercilla (2008), ha sido además recogida en diversas antologías: La palabra debida (Sevilla, 2000), Mujeres de carne y verso (Madrid, 2001), Poetisas españolas, antología general (Madrid, 2002) y Trato preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español (Madrid, 2010), entre otras. Ha colaborado en la prensa literaria, revistas especializadas y numerosas publicaciones colectivas.​​​​​​


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Foto: c.k.a.