III
Creía yo que todo era sombra;
pero tu olvido es luz,
se siente como una viva luz...
Hay momentos terribles
cuando no te veo
te me escapas del alma y me dejas sola
Parece que te fueras por un agujero negro
hasta el centro de ti mismo
cansado de mi obstinación y rebeldía
En esa cueva primordial donde me dejas
encuentro, tanteando, dos maderos
y empiezo a frotar y a frotar
primero con furia
casi sin aliento
después, rendida por el cansancio,
más lentamente, inmutablemente
hasta que las manos desolladas
me llevan más allá de la vida
donde el dolor ya no se siente
y el pensamiento termina por dormirse
De esas maderas ensangrentadas
surge entonces la luz
un fuego intenso que me calcina
Toma las cenizas en tu mano
y verás qué blanca me he vuelto
qué transparente
Tengo la transparencia de las cosas rotas
del dolor vencido
El viento te roba ese puñado de ceniza
e incuba en su ser, ardiente todavía,
un hijo
(el huracán es hijo de una muerta
y de la pasión del viento)
Todo lo que quiere es recuperar la luz
para su madre
su madre sal
su madre olvido
muerta en el fondo de una cueva
cuando atizaba dos maderos para hacer luz
para reinventar la luz
que un día la dejó sola
y se fue por el agujero negro
a ocuparse de las cosas de su padre
Elena Iglesias
Del poemario Temblor de Luz
La Peregrina Magazine (c) 2011