Gertrudis Gómez de Avellaneda, peregrina en la tierraJosé María Cepeda (Carta
abierta a Edith Checa)Es absurdo el empeño
patriotero del ser humano de apropiarse de los muertos. Y en ese error incurre Edith Checa cuando en una reciente
entrevista en las páginas del diario ABC de Sevilla (España) afirma sin ambages
que Gertrudis Gómez de Avellaneda, la célebre poetisa romántica, "es española
nacida en Cuba cuando Cuba era una provincia española".Craso error
geopolítico comete la Sra. Checa. Cuba no fue nunca una provincia española,
según la división administrativa que hizo Javier de Burgos en 1833, sino una
colonia o, si el término suena más suave, un territorio de ultramar. Una
colonia muy querida en abstracto en la península pero muy mal entendida en su
idiosincrasia y en sus aspiraciones, tal vez por aquello de la gran distancia
geográfica y los lentos y precarios medios de transporte de la época.Tampoco es cierto que
Tula fuera anexionista sin más matices. Con todas sus contradicciones y
desgarros internos, y salvando las distancias cronológicas, creo que la
escritora se alinea en una línea más bien autonomista. Una postura muy próxima
a la del General Serrano, máximo exponente de la autoridad regia en la Gran
Antilla y jefe de su segundo marido, el coronel D. Domingo Verdugo, cuando éste
ocupó altos cargos en la Administración colonial.En realidad, Tula
siempre fue una apátrida o, al menos, así se sintió ella y así lo dice en
alguno de sus escritos. Una peregrina sobre la tierra, más consciente que el
común de los mortales de lo contingente y azaroso de su devenir por
este valle de lágrimas. Por este motivo y no por otro, "La Peregrina" fue
uno de sus seudónimos predilectos.Así pues, sra. Checa, ni cubana ni española ni
de ningún lugar de este mundo. En ello, como en tantas otras cosas, fue una
adelantada de la modernidad, una visionaria. Tula podría haber firmado
perfectamente aquella frase que dejó
dicha Charles Baudelaire: "no importa
donde, fuera del mundo". No olvidemos en ningún momento que, si algún padre
reconocido tuvieron los simbolistas, fueron los poetas románticos.Pero si, a pesar de todo, nos
empeñamos en ponerle una etiqueta, una nacionalidad a Gertrudis Gómez de
Avellaneda, esta sería sin duda la de hispano-cubana, tal como acertadamente
señalaba Félix Machuca en su artículo de hace unos días en este mismo
periódico, con motivo del enésimo intento de remover los cansados e ilustres
huesos enterrados en el Cementerio de San Fernando.Tampoco sus orígenes
familiares abonan la tesis de absoluta españolidad mantenida por Edith Checa.
Aunque su padre era originario de la villa de Constantina, su madre, Dª
Francisca de Arteaga y Betancourt, pertenecía a una ilustre familia criolla
cuyos orígenes en la isla se remontan al siglo XVII. Cuestión
distinta es la del traslado de sus restos. En ella no puedo dejar de estar de
acuerdo en que se queden donde están. Aparte de las claras disposiciones
testamentarias que así lo exigen, está el hecho de que la poetisa, todo un
icono para la memoria cultural del pueblo cubano, no debe ser moneda de cambio
para oscuros intereses políticos auspiciados, cómo no, por el régimen del
Caimán Barbudo, que tan bien ha sabido instrumentalizar, en sus cincuenta años
de tiranía, los sentimientos nacionalistas del pueblo de Cuba para perpetuarse
en el poder.Por último quisiera
echar un cuarto a espadas sobre una cuestión concreta conectada con todo lo
anterior. Ya que el Ayuntamiento de Sevilla, por fin, le dedicó una calle, es
hora de que su tumba se adecente un poco. Y también de poner una placa en
alguno de los domicilios conocidos en que vivió durante sus dos estancias en
Sevilla. En ello están algunos cubanos residentes en la ciudad hispalense y
estoy convencido de que ese reconocimiento de la ciudad que ella amó tanto,
aparte de un acto de estricta justicia, sería la mejor forma de dejar sin
argumentos a los traficantes de cadáveres ilustres.
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