AANS

"¿A dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti"
                                                                               Margarite Yourcenar

Anns tiene el ojo herido, la niña desciende como derrame de tinta verde sobre el pasto seco del otoño. Desfigurado por un astro que cayó dentro de un círculo de espadas, su cuerpo se detiene frente a mí. La dejadez de sus miembros le concede la ligereza tranquila del ahorcado.
Entre trenes, con una enorme maleta azul, avanzo a mis brazos. Nunca había gustado la frutilla que crece en los barrancos, antes de ver sus ojos. Yo quería enseñarle a salir en las noches, sin camisas planchadas y apenas un bocadillo, a beber vino bajo los olivos de Montmartre, aunque la luna dijera menguante… pero solo fumamos Madrid, el Cáucaso y el espanto.
Seguí su paso lento, su gesto desierto, su no hacer. Cualquier mujer del metro, del parque, de los bajos de casa le lengüeteaba hasta el orgasmo.
Me acostaba a mirar su espalda: si Madrid o él faltaban, todo habría terminado.
Centauros con citas perpetuas llevaban a Aans a los límites del cielo. Nada sé de esos embates, al traspasar la puerta, bajaba la mirada.
Aans tenía miedo de mis manos posadas en su pecho. Tendido como un puente temía ser sorprendido donde me odiaba. En las madrugadas me acurrucaba junto al muro, respiraba su sueño. En el día me desvanecía en las bocas del metro, rasgaba mi falda en los rieles, nada me aislaba de ser su objeto de humillación.
Detrás de su sombra se extiende un cementerio de temblorosas mujeres con las manos ligadas. Aans no les ama. Su falo es de hastío y golpe si no le pagan.
Margarita la loca y su caballero de cola entre las patas abren el Maldicionario, en febrero del 2009.


Sácame de tus días.

Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo.
                                                                                                              Julio Cortázar

El cerebro en papier mâché, papel estrujado, con rabia arrinconado entre los dedos y la palma de la mano, destruyendo tinta, fibra, hilo, sostenido en virutas. Me has pedido: "sácame de tu geografía, sácame de tus días"
El papel escucha el golpe de mala suerte, su escasez de tantra, mandra, mantra, manta, teta y ombligo. Dientes picados para sostener mortalmente una sonrisa enigmática, Mona Lisa rasgada , rota en la espalda por sostener todas las miradas del planeta, una fisura que sale del silencioso Louvre y penetra hasta los pies de cualquier mujer en circunstancia de olvido, que tararea "ohmm ahmmm amor, dede"…figurillas de acertijos: "bebe, nene, chuchi"… inerte violencia del traspiés.
Una maleta de utensilios, ropas limpias en los bajos de una escalera, quien baja y sube desconoce al dueño, si hay dueño y le interesa ver la tendedera donde el sol, y las presillas plásticas saltan alegres al vacio.
El metro cerca, dos seres distintos, quizás tres escuchan a Vever beber, beber en fortaleza. En Chernóbil sobre la cima de la nube prometieron romperse.
Detrás de un paraban de seda estoy, la espada presta, corta samurái, sin honor las tripas afuera.
Llueve, sobre la ciudad. No sobre la tuya, ni sobre la almohada de ambos.
Quiera que la guerra termine, y te pueda proteger la pantorrilla con tanta humedad en los andamios.


Margarita García Alonso