Diario de Sudáfrica V
Mireya Robles
Septiembre 9,
1985, lunes
- El sábado llevé a Pedro a la playa, a un parque de diversiones. Nos subimos en un telesférico y empezó a
mover las piernas y a balancearse en el asiento con tanta alegría e inquietud
que creí que iba a romper los asientos y que nos caeríamos desde aquella altura
a un piso de cemento que amenazaba con rompernos cada hueso del cuerpo si
aterrizábamos en él. Tuve que pedirle
que se tranquilizara. Después montamos
en unos carros, imitaciones de coches antiguos.
Se divirtió de lo lindo. Ayer
domingo él salió con Ann Stone (la del Congo Belga) y con Anne de Ravel (la de
Mauritius). Él les pidió que lo sacaran
a pasear porque según me dijo, "es una cuestión de dignidad y obligación
de ellas el que lo paseen aunque sea en esta última semana que va a estar aquí". Me invitó a ir al paseo pero yo tenía mucho
trabajo y no fui. Por la noche vino a
contarme que lo llevaron a un jardín japonés muy lindo, que lo pasó muy
bien. Después de lamentarse por su próxima
partida y lo mal que le va a ir en Niza con la malgache, se fue tranquilo a dormir. Entre su ceguera parcial y las piernas que
amenazan con fallarle, se fue dando tumbos por el camino, hasta
desaparecer. Para hoy lunes ha
programado un almuerzo con todo el Departamento de Francés, en el Club de la
Facultad. No sé por cuánto tiempo ha
estado haciendo dibujos para situarnos por orden de importancia - dibujaba la
mesa en un papel y el puesto que le corresponde a cada uno de nosotros. Después de muchos dibujos y gran deliberación,
me informó que yo me sentaré al lado de él ¡y que éste es un gran honor!
Viernes 13
- En la pequeña selva con Maribel y los monos
vervets. Son las doce del día y los
monos se pasean tranquilos o descansan en la enorme jaula. Maribel, con sus binoculares, observándolos. Acabo de comprobar algo que me dijo: los
monos, cuando quieren verificar si alguna comida les va a gustar, le huelen la
boca al mono que ha comido en vez de oler la comida directamente. Esta mañana a las 7:40, llamada de Maribel
para comunicarme que ya también tiene teléfono, con area code 031 número 25-10-13.
Antes de venir a la pequeña jungla, pasamos Maribel y yo por la oficina
de la señora Dini, que se dedica a investigaciones microbiológicas (celulares)
y está casada con un médico. Es
italiana, alumna mía de español. Una
mujer inteligente e interesada en la literatura. Últimamente ha estado muy mal porque en un
viaje que hizo al campo la picó una garrapata que le produjo una meningitis
leve. Me invitó a cenar mañana en su
casa. Programa de la tarde: ir para el high tea a casa del profesor Sienaert,
donde habrá una reunión en homenaje a Pedro.
Noche
- Tuve que
interrumpir el diario en la pequeña jungla porque se nos apareció un ejército
de monos vervets con el líder agresivo que varias veces ha amenazado a
Maribel. Nos metimos en la caseta
destartalada donde se guarda la comida para los monos. Los monos de la jaula siempre avisan cuando
otros animales se acercan. Se ponen
nerviosos o se suben en los peldaños más altos de la jaula y se quedan mirando,
como si estuvieran en una atalaya.
Maribel me lo dijo: "están al llegar los monos o las ratas", y
en cuestión de segundos ya se había llenado un árbol de monos. Estando en la caseta me dijo Maribel que las
ratas, que en realidad no son ratas, sino mangostas, estaban al llegar a la caseta, que ya las había
visto. Me asomé por una ventana y vi
aquellos fenómenos, algunas paradas en dos patas, un poquito lejos aún, de la
caseta. Decidí que saliéramos de allí, a
pesar de que el mono líder estaba cerca, porque sabía que las mangostas iban a
venir a meterse por los tantos huecos a buscar comida. Nos alejamos un poco y empezamos a observar
todo esto con binoculares. En la caseta
se metieron unas quince mangostas que salían con trozos de comida en la
boca. Un mono se puso de posta afuera
para quitarles la comida. Algunos monos
se acercaron a dos de ellas para jugar.
Mientras que la mayoría de las mangostas estaban en su diligencia de
sacar comida, dos de ellas se pusieron a copular. Después que se fueron volvimos a la caseta y
se habían comido todos los huevos hervidos.
En la tarde, durante el high tea
en honor a Pedro, pregunté si éstas serían ratas u otros roedores porque yo
nunca había visto nada tan enorme. Me
dijeron que seguramente serían mangostas.
El high tea de por la tarde:
muy agradable. La casa bellísima,
postres exquisitos, té, vino. Nos llevó
Francesca. Regresé con Geneviève. Lo pasé bien.
El almuerzo que Pedro nos dio el lunes en el Club de la Facultad: muy
singular e inolvidable. Echó un tremendo
discurso en verso y para sorpresa mía, cerró el discurso con uno de mis poemas
que había traducido al francés. Llueve
ahora torrencialmente con truenos y todo.
Parece que ya hemos iniciado oficialmente, nuestra época de lluvia. Para después, me anuncian un verano
insoportable. Mañana, a las 7:30 de la
mañana, se va Pedro. Hace un rato me fui
a tomar el último té con él, "Ah, mi pooovre (pauvre) Mireya, imagínese qué triste estoy, irme de Durban y para
Niza, con esa mujer malgache".
Algo que aprendí esta mañana en la pequeña jungla:
Maribel mueve la cabeza delante de los monos de la jaula y salen corriendo
porque ese gesto es una advertencia de agresión. A veces algún mono atrevido se le enfrenta y
mueve la cabeza también para advertirle que él también está dispuesto a
agredir.
Septiembre 21, sábado
- El sábado
14 fui a cenar a casa de Mariuccia y Giancarlo Dini. El apartamento es amplio, bien montado y todo
en su exacto lugar. Obras de arte. Un pedazo de friso de una iglesia de
España. La conversación gira sobre
literatura, arte, la situación del país.
El doctor Dini es un ávido lector con una biblioteca que va desde Juan
Ramón Jiménez hasta Umberto Eco y su nombre de la rosa. Me señala títulos balanceándose entre un
gusto de poseerlos y un hilo de jactancia por haberlos leído, aunque
francamente, me parece incapaz de una lectura profunda. Hablamos solamente en español. El lunes 16 Mariuccia me llevó al médico, el
Dr. Robert, de Mauritius. Fui porque tenía
una rodilla inflamada. Radiografías en
el Hospital San Agustín. Dr. Robert de
nuevo, el jueves 19. Ya en la consulta
me doy cuenta de que me había olvidado de traer las radiografías. Regreso a la cabaña en taxi y otra vez a la
consulta. Pero no me pesó. La compañía de taxis Eagle tiene taxis amarillos como los Yellow Cabs de New York, pero esta vez mandaron un Austin inglés
de 1941 y la sensación que se siente es fabulosa. Me convertí en una Greta Garbo en
persona. Siento no haberlo
fotografiado. Otro día será. Resultado de la consulta: todo bien. El Dr. Robert me extrajo líquido de la
rodilla que se formó a consecuencia de una caída que me di en Estados Unidos
poco antes de venir. Jueves por la
noche: cena en casa de los Dini con Maribel y Grant. Hablamos toda la noche en español. Grant, en las discusiones de política prefería
hablar inglés, aunque vivió en España y sabe bastante español. Era el único sudafricano. No sé si será solamente en el área de la
Universidad, pero apenas he visto sudafricanos.
Vocabulario de Sudáfrica, al menos en esta área de
Natal: a la farmacia se le dice the
chemist; al semáforo, the robot;
una tienda pequeña de víveres es un tea
room; y the ladies' room o W.C. es the loo, pronunciado lú. A los pocos días de mi llegada pedí
una dirección en la calle y me dijeron que tenía que ir hasta el próximo robot. De inmediato me imaginé que se trataba de un
anuncio comercial con la imagen de un robot que busqué por cuadras y cuadras
sin encontrarlo. Cerca de un semáforo
pregunté que dónde estaba el robot y me señalaron el semáforo que estaba tan
cerca, un poco asombrados de mi pregunta.
Otro día vi una tiendecita que anunciaba su nombre en letras grandes
debajo de las cuales decía tea room. De inmediato me imaginé que se trataba de una
pequeña salita como las que vi en Marruecos donde sirven un té de yerbas
delicioso, que sabía, entre otras cosas, a albahaca o menta. Entré a la tiendecita y dije que deseaba té. Velozmente pensé que me harían pasar a un
pequeño salón donde me servirían un deliciosísimo té de yerbas. El empleado me llevó a uno de los anaqueles y
me señaló una hilera de paquetes de té.
Le expliqué lo que buscaba y al ver mi desencanto, trató de consolarme
con una sonrisa mientras me decía que en el tea
room se vendían víveres y nada más.
Sábado 28
- El jueves Maribel cocinó aquí, coliflor en salsa
bechamel, champiñones y guineos (bananas) fritas. Aquí no hay, o al menos yo no he visto, plátanos
de freír. Mariuccia vino a almorzar con
nosotras. Esta noche voy a una pequeña
fiesta en casa de una de mis alumnas.
Tiene cuatro hijos y una hija entre 18 y 23 años de edad. Es una mujer brillante. Se especializa en idiomas: español, francés,
inglés, alemán, ruso, portugués y mandarín.
En realidad, tiene capacidad y conocimiento para estar en cursos mucho más
avanzados que los que yo doy ahora.
Habla español bien, traduce fabulosamente, tiene un penetrante sentido
crítico. Nació en Suiza, de ascendencia
alemana y francesa, casada con un alemán.
Es alta, delgada, atlética. Ojos
y cabellos color de miel. Generalmente
recorre estas enormes distancias a pie.
A veces, en bicicleta o motocicleta.
Cuando sale de la cabaña, después de cruzar la estrecha calle y llegar
al árbol que está en la otra orilla, emprende una carrera veloz y rítmica,
abriendo la noche que se hace hermosa con su paso. Su música: la de Mozart. Su literatura: la de Flaubert.
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