En cuanto a
combinaciones, pasaré por sobre los sáficos adónicos "A la luna" y "A la
virgen", canto matutino. De la misma manera, prescindo de los endecasílabos
agudos y esdrújulos –trémolo y grave- del fragmento conocido de "La Venganza"
("Innovación a los espíritus de la noche"), porque no tienen ningún atrevimiento
métrico, aunque no lo crea así el señor Mariano Aramburu.
A lo menos notable pertenece esta
combinación de versos de siete y de once; no obstante descubrir el oído, en la
estrofa formada con esos versos, el alma de un alejandrino de diez y ocho, compuesto
con los elementos invertidos alternativamente.
Mortíferos
vapores
ya respirando a
vista del infierno;
mi vida fatigada
con dolores
por torcedor interno;
(Cántico)
Combinaciones de versos de nueve y de
cinco (cuatro agudo):
Vosotras
que huís de Cupido
la blanda lid,
corred
de mi lira al sonido
¡corred y oíd!
En vano
la dulce cadena
será esquivar:
natura
imperiosa lo ordena;
ley es amar!
(Ley es
amar)
Leandro Fernández de Moratín usó, con
endecasílabos y heptasílabos, una combinación parecida:
¿Por
qué con falsa risa,
me
preguntáis, amigos,
el número de
lustros que cumplí?
¿Y, en
la duda indecisa,
citáis
para testigos
los que
huyeron aprisa
crespos cabellos
que en mi frente vi?
(Oda a los colegiales de San Clemente)
Combinación de diez y cinco:
Genio
fecundo!
Sentí yo entonces lo
que hoy columbras,
lo que ni ahora
comprende el mundo...
Si, ya
sabía
que –sin la
gloria con que deslumbras-
de tu alma
hemana nació la mía!
(Las almas hermanas)
De nueve y seis simple disposición
distinta de versos formados con el pie trisílabo, que han usado otros, entre
ellos Bécquer:
De
todos los genios hermosos
yo soy
el más bello,
y en
todas las almas sublimes
se ostenta mi sello.
(El genio de la melancolía)
Con los mismos elementos de nueve y seis,
añadiendo una rima aguda y otra trimónica, le saca nueva modulación al pie
trisílabo:
Mirad!
Ya la tarde fenece...
La noche en el cielo
despliega su velo
propicio al amor.
La playa
desierta parece;
las olas serenas
salpican apenas
su dique de arenas,
con blando rumor.
(La pesca en el mar)
Con una pequeña variante (la rima
trimónica en las dos partes de la estrofa), la misma combinación:
Escucha!
Con místicas voces
de extraña dulzura
te pide natura
porque mi
hermosura
se ostente mayor,
y visten
de espléndida gala
la tierra y el cielo,
trocando su anhelo,
del aire en el vuelo,
suspiro de amor.
(Serenata de
Cuba)
No agota todavía el matíz:
Por
eso en las cañas triscando,
cual susurro blando
lo haremos oír;
y las
palmas, sus pencas moviendo,
lo están repitiendo
con lento gemir.
(La
voz de los silfos)
Combinación de diez y cuatro:
Tú, que huellas
las estrellas
y tu sombra
muestras en el sol,
cuando brilla
sin mancilla
entre
nácar y otro y arrebol!
(A Dios)
Otra combinación con los mismos elementos:
Yo a
un marino le debo la vida,
y por patria
le debo al azar
una
perla –en el golfo nacida-
al
bramar
sin
cesar
de la
mar.
(La
pesca en el mar)
Más
de veinte estrofas, entre dos composiciones, hace la Avellaneda con la
combinación de dos versos de ocho y dos de doce. La belleza rítmica de la
misma, belleza rítmica que me aventuro a llamar contrapunto melódico, se
percibe con verdadero deleite auditivo por lo inaudito de los sones que
encierra:
De la noche el negro manto
envuelve la tierra ya:
natura
en su seno tranquila reposa,
y el
sueño entre sombras se siente vagar.
(A
la tórtola)
También de ocho y doce:
Cuando parte de tus ojos
un rayo de amor divino,
que el sol se corre, imagino,
de no poderlo imitar:
¡ Así
será siempre tu fausto destino,
a cuanto
más brille vencer y eclipsar!
(El último acento de mi arpa)
Combinación de doce y diez:
Yo
soy quien abriendo las puertas de ocaso
al sol le prepara su lecho en
cristales;
yo soy
quien recoge sus luces postreras,
que
acarician las tibias esferas.
(El
genio de la melancolía)
¿Verdad que es amplio y robusto el caudal
sinfónico de La Peregrina? ¡Como la montaña, es templo de templos; como en el
mar, es fuente de fuentes!
DE LAS ESTROFAS
Me referiré en esta parte a aquella que
tiene alguna particularidad en la combinación de la rima, en la yuxtaposición o
desmembración de otras conocidas para formar nuevas, vaciadas todas en metros
clásicos.
Por de pronto, hay que restarle a Gaspar
Núñez de Arce, del exiguo acervo de sus invenciones, la sextina:
¡Oh
recuerdos, y encantos, y alegrías
de los pasados días!
¡Oh
gratos sueños de color de rosa!
¡Oh dorada
ilusión de alas abiertas,
que a la vida despiertas
en
nuestra breve primavera hermosa!
(Idilio)
Es una variante de la que empleó la
Avellaneda, consistente en introducir una consonancia más, con lo que adquiere
riqueza de rima la estrofa; pero la invención es de la cubana, mientras no se
demuestre otra cosa:
Tus
cuerdas de oro en vibración sonora
vuelvo a agitar, oh lira!
que en
este ambiente, que aromado gira,
su inercia
sacudiendo abrumadora
la mente creadora
de nuevo
al fuego de entuciasmo aspira.
(Al
árbol de Guernica)
La misma sextina, con tres rimas, pero
pareados los endecasílabos:
Un
tiempo hollaba por alfombra rosas,
y nobles
vates, de mentidas diosas
prodigábanme nombre;
mas yo,
altanera, con orgullo vano,
cual
águila real al vil gusano
contemplaba
a los hombres.
(Amor y orgullo)
Modificada, a la manera de la ostava real:
¡Oh tú, del alto cielo
precioso
don, al hombre concedido!
¡ tú, de
mis penas íntimo consuelo,
de mis
placeres manantial querido!
¡Alma
del orbe, ardiente Poesía,
dicta el
acento de la lira mía!
(A la poesía)
Buscando doquier la novedad, rebelada
contra lo trillado del canon, a la espinela le suprimió el quinto verso y creó
esta nueva estrofa, con el sexto quebrado:
Voz
entre mil escogida,
de luceros coronada,
vos, de
escollos preservada,
en los
mares de la vida:
vos,
radiante de hermosura,
¡virgen pura!
de toda
virtud modelo;
flor
trasplantada del suelo
para
brillar en la altura.
(A
la Virgen)
Resarce la décima de la pérdida de un
verso, introduce una pequeña variación en la rima y termina la estrofa con un
pentasílabo, por lo que la hace constar de once versos:
¿Has visto la
blanca aurora
su faz
mostrar en oriente,
sacudiendo de la frente
perlas,
que el campo atesora,
mientras que
la luz colora
el
cielo, y la tierra ufana
como
novia se engalana,
sintiendo bajo su huella
brotar
doquier nueva vida?
Pues
mira, Julia querida,
tú eres más bella.
(A Julia)
He aquí otra nueva estrofa:
Al
impulso del numen que me inspira,
rebosar
siento en la encendida mente,
cual férvido torrente
el estro
abrazador. ¡Dadme la lira!
¡Dádmela; que no aspira
con
mezquina ambición mi libre musa
a
enaltecer ilusa
las glorias de la guerra;
cuyas plumas rehusa,
teñida en
sangre, la asolada tierra!
(La gloria de los reyes)
Finalmente, y para no seguir citando, en
"Las almas hermanas" tiene otra nueva estrofa compuesta de los serventesios
decasílabos, ligados entre sí de un modo parecido a las coplas de arte mayor, y
de una seguidilla:
Muy
joven eras, de mí distante
del
mundo acaso desconocido
cuando de pronto voló vibrante
de tu
arpa un eco, que hirió mi oído.
¿Por qué
¡ responde! De aquel instante
la
impresión grata jamás olvido?
¿Por qué
en la tierra vagando errante,
doquier
de tu arpa seguí el sonido?
Es que un alma fraterna
reconocía
mi alma, y con voz interna
le respondía;
así sin verte
ya entre los dos mediaba
vínculo fuerte.
OBSERVACIONES GENERALES Y RESUMEN
La Avellaneda fue un carácter inquieto y
analítico. Fruto de él es la hermosa resultancia a que llevó sus trabajos de
métrica, descubriendo, precisamente por haber descompuesto el verso, nuevas
síntesis rítmicas.
Por lo impetuoso de su estro, incapaz de
soportar la tiranía constante de un mismo metro, rara es su composición algo
extensa en que no alternen dos o más versos. Su inquietud la impulsó a crear
combinaciones, a valerse de algunas apuntadas o en desuso, y a modificar otras.
Escribió mucho en silva, dando longura o
rapidez a las estrofas de ésta conforme con los incidentes psíquicos. Al
temperamento de la Avellaneda se avenía perfectamente la silva, por la libertad
a que se presta en la rima y en el manejo simultáneo de dos versos distintos.
En los alejandrinos de catorce, con
precisión matemática, conserva los acentos, dividiendo como con un glope de
batuta los dos hemistiquios. Se descubre el empeño de la metrificadora en no
quebrantar la cadencia. Sin embargo, cuando usa del heptasílabo, la quebranta.
Los casos de "Polonia", ya citados por mí, son excepcionales.
Empleó versos breves y largos, mostrando
maestría en todos. Los breves los utilizó como pies de nuevas combinaciones.
Compuso octavas en verso de ocho, diez y
doce. Cultivó el soneto y el romance. Escribió redondillas, cuartetos, quintillas
y octavas italianas; no así el romance de arte mayor. Descompuso la décima para
quitarle rigidez preceptiva, Inventó la sextina. Rara vez se contentó con un
tono cuando el verso admite más, usándolo en distintas variedades. Combinó
metros hasta entonces tenidos por discordes, creando nuevas orquestaciones,
como, por ejemplo, en los consorcios de ocho y doce.
De los pies poco estimados por los
clásicos, el que más le subyugó fue el trisílabo. De ahí el uso frecuente que
hace de él, puro o como base de versos largos, a tal punto que es el asiento
más firme de la revolución de la métrica avellanedina.
Inventó la Avellaneda los siguientes
versos:
El dodecasílabo
de seguidilla, con elementos de siete y cinco sílabas.
El de trece, con
un elemento de cuatro y un eneasílabo.
El de catorce,
con un elemento de ocho y otro de seis.
El de quince, con
elementos de seis y nueve.
Y el de diez y
seis, con un decasílabo y un exasílabo.
En la Avellaneda, con mayor abundamiento
que en nadie, en castellano, asoma el anticipo del metrolibrismo. Los
románticos apenas se libertaban del precepto, creando metros o combinaciones,
caían en la esclavitud de otra regla. Así, no pudieron abordar el metro libre
en toda su propiedad. Al consorcio de versos antagónicos hasta la sazón,
subseguía la nueva pauta de nuevas estrofas, que vale decir nuevas estructuras
fijas, vaciadas a veces en versos nuevos.
El verso libre y uniforme combinado, y la
creación de nuevos versos y ritmos, es la obra métrica de la Avellaneda. Versos
libremente combinados sin uniformidad ni reglas en la combinación, escritos a
todo lo largo o cortados por una exigencia de rima, de ritmo, o por una
elegancia puramente topográfica, es el desiderátum de la métrica contemporánea,
el metrolibrismo de que tanto nos enorgullecemos. ¿Estuvo Gertrudis Gómez de
Avellaneda muy distante de nuestra bella conquista? Firmemente se puede
responder que no.
Saludemos en Tula no sólo al poeta lírico,
al dramaturgo, al cuentista, al novelador, estudiado por otros, sino también a
la versificadora sapiente que enriqueció nuestra métrica con conquistas
inmarcesibles, no puestas hasta ahora a la luz, y que reclaman una pluma más
competente que la mía, osada, que termina aquí un trabajo superior a sus
fuerzas, aunque emprendido con el noble propósito de rendir un tributo de
admiración a nuestra poetisa inmortal.
Guantánamo
(Oriente), 30 de octubre de 1913
Nota:
* Cuba Contemporánea, La Habana, diciembre de
1913
Gertrudis Indice