Cabalgata de ausentes
"No
he visto a mi madre desde hace veinte años.
Se ha dejado
morir de hambre".
La
lengua de mi madre
Abdellatif Laâbi
Tampoco yo,
el hombre
despojado que se pierde
en las
callejas secretas de la Casbah
donde el
bullicio de los mercaderes
de estolas,
serpentinas de colores y pócimas
acalla el
dolor de los ausentes
condenándonolos
a errar de duna en duna
escondidos
detrás de granos de arena
como a ti,
el proscrito de los fosos de Kenitra,
el
desdichado idólatra enemigo del tiempo
por quien
suenan ahora,
–ahora que
el rostro se te vuelve surcos–
los bombos
en los coros selectos de París…
Tampoco yo,
aun si dejo
tras mis pasos,
bajo los
vistosos conos de azafrán y de canela,
la noche
profundamente quieta de mi casa,
si hago
añicos y sepulto bajo el lodo
de estas
calles ajenas a la lluvia
el negro
imperturbable de esa noche
colgada en
la ventana de mi infancia
como sólo
cuelga ante el cautivo
el espesor
de su propia soledad
que
mordisquea uno a uno los recuerdos
–recuerdos
que te arrebataron las leyes–
del tiempo
contenido en tus manos de niño…
Tampoco yo,
poeta,
verso
grabado desde siempre
en la madera
cuarteada del argán,
puedo
extender mis brazos
hasta el
poniente de tu tierra,
detrás de
los confines de tu mar,
ni cabalgar
sobre las crestas
que sólo se
alimentan de la lluvia
para mojar
los labios resecos de mi madre
de mi pobre
madre,
de mi
tierra,
que muere de
sed.
Willian
Navarrete