Siempre quise ser Lawrence de ArabiaMis encuentros con la
InterculturalidadAriel Schiller I
Si a alguien le interesa
mi biografía, y espero que a muy pocos, pero por lo menos en lo que hace a sus
aspectos profesionales e intelectuales, esto espero que a unos cuantos más ya
que toda experiencia es válida si no para el currículum sí para el diván del
psicoanalista, vaya por delante que siempre quise ser Lawrence de Arabia.Sin esta aclaración no
podría asumir este artículo un poco autobiográfico (profesionalmente, claro),
más aún después de agotar casi el toner de la impresora de mi PC en un extenso
artículo teórico-práctico sobre el Sociodrama y sus aplicaciones tal como lo
efectuamos en un Congreso Intercultural en Madrid hace apenas un mes. No podría asumir una
tarea así sin caer en la redundancia de no sentirme una especie de Lawrence
incomprendido entre Ingleses y Beduinos que se lanza a una larga cabalgata
hacia el horizonte y tras él una interminable tropa de jinetes en caballos y
camellos, con ropas flotantes al viento, con alfanjes reverberando al sol,
shabriyot y pistolas en las fajas, mosquetones transversalmente cruzados en las
monturas mientras que desde las altas rocas mujeres de distintas tribus del
desierto ululan con la lengua a la usanza oriental saludando el paso de la
tropa expedicionaria. Sus voces compiten con
el viento.-¡Alá u-Akbar! grito yo
entonces y lanzo una bengala de colores para que su luz llegue hasta los más
rezagados.-¡Alá
Il Rahim Rais Mubarak! (Que
Alá Misericordioso bendiga a nuestro jefe), contestan ellos.-¡Yaish Al Umma
Al-Arabiya Mutajda! vuelvo la cabeza hacia ellos y los saludo con el reflejo de
mi cimitarra ("Viva la gran Nación Árabe unificada") (a ver si se
concientizan).-¡¡ Al Aurans, Al Aurans!!
gritan ellos, los muy borregos ¡Inta al Sheij, wa-najnu wajad! (Lawrence,
Lawrence, tú eres nuestro jeque y nosotros somos uno").Y se abren banderas
verdes y banderas negras al viento, distintivos de cada tribu que yo logré
unificar en un loco proyecto, se baten al viento versículos coránicos, tiros
suenan al aire celebrando el inicio de la marcha, y mi kefiya y mi blanca
abbaya con guardas doradas quedan cubiertas bajo un par de alas de buitre, que
son las kefiyas y abbayas de los demás, de los que van detrás de mí, y toda esa
masa humana se confunde en el galope en la tarde que se pone lenta en esos
parajes del Sinaí, entre el Golfo Pérsico y el Mar Rojo, una península ancha y
arenosa que llamó a gente del Hedjaz para llevarlos hasta Akaba, y si es
posible hasta Jerusalén y Damasco. Prometí a mi sedienta
tropa que sus lanzas y sus alfanjes se mojarían en las nieves del Líbano y se
lavarían en las fuentes de Bagdad y de Damasco. Por ahora estamos siguiendo el
mismo itinerario que Moisés (Nebi Musa) pero pegados a las vías férreas que
trazó el Turco.Si alguien nos observara
desde el aire, y en aquel tiempo de la I Guerra Mundial ya existían aeroplanos
bimotores y cámaras fotográficas, tan sólo vería una gran nube de polvo
atravesada por el fugaz brillo de algunas armas y mucho estiércol de camello.Como también había
prensa de la seria y de la otra y las noticias se mandaban por telégrafo, esto
sería suficiente para que los grandes titulares rodaran en menos de tres días a
las grandes capitales de Europa, y aun bajo la puerta de un ciudadano inglés
madrugador que se levanta a empezar el día con la lectura del periódico y su
tradicional té con leche.Esto es lo que leería el
pacífico ciudadano inglés:"REBELIÓN en el
DESIERTO: Miles de beduinos reunidos desde varias tribus del Hedjaz siguen a un
inglés desconocido".-"Casi desconocido -dice
el ciudadano mojando su galleta en el té con leche- un tal T.E. Lawrence, y no
es inglés sino irlandés, y es un hijo bastardo de Lord Chapman, que no quiso
cederle el apellido. A Lord Chapman lo conocí en una carrera de caballos en
Dublín. Dicen que este Lawrence hizo su doctorado en orientalística en Oxford,
pero lo dudo, pues esta gente no se suele enrolar en el Ejército, o por lo
menos obtienen puestos mejores... No sé... sobre él se dicen muchas cosas."El titular de otro
periódico comenta:"UNA NUEVA NACIÓN EMERGE
A LA HISTORIA"-"Nonsense –dice el
pacífico inglés frente a su segunda taza de té-, tonterías, otro asunto de
salvajes. Hace sólo unos años tuvimos la Guerra de los Boers en Sudáfrica y
unos años antes la rebelión de los Zulúes que se creían una monarquía como la
nuestra ¿cómo terminó?... y lo de China y la rebelión de los Boxers ¿eso no fue
nada? Mi padre aún lo recuerda.Todo tonterías para
vender más periódicos y pagarle el viaje a unos corresponsales aventureros...
La verdadera guerra se libra en los campos de Europa... No apostaría dos
chelines por el Imperio de los Zares de Rusia, ni por el Kaiser de Alemania...
Algo va a cambiar y sucederá aquí cerca...La vieja Inglaterra perdurará por
siempre, igual que nuestros reyes y nuestro Parlamento..." Y termina su segundo
té con leche. ...Y a mí se me termina
entonces la ensoñación consciente que yo mismo proyecté y me propuse; lo hago
muy seguido en viajes largos, en momentos de oscuridad exterior impuesta donde
no queda el recurso de la lectura, cuando pierdo el sueño en mitad de la noche
o cuando entro en un sueño feliz y proyectado que siempre es mejor que las
pesadillas que vienen solas, aunque también lo proyectos suelen terminar en
pesadillas.Ya estoy conmigo mismo,
soy el que soy que no es poca cosa y tal vez sea lo más difícil, y en las
primeras percepciones de la realidad "real" (una de las tantas realidades) se
entremezclan aún jirones de la ensoñación proyectada, la cual nos hará en unos
momentos, ya con la conciencia plena, entender mejor la realidad. Pero como dije en un
principio, dudo que mi biografía tenga algún interés para nadie, y que vaya por
delante que siempre quise ser Lawrence de Arabia, es un sueño mío personal, tal
vez el reclutamiento de un ayudante mágico personalizado del mundo de los
arquetipos junguianos, pero ya vestido con pijama, o con chilaba y en
zapatillas de andar por casa.En cierto modo sólo os
presento un sueño; hay chicos hoy día que sueñan con ser Harry Potter, y no
está mal, porque hay niños que así recuperaron el poder de ensoñación y gracias
a esto también recuperaron el poder de la lectura. No es poco, pues en las
últimas décadas de experimentos pedagógicos y políticos (de gobernantes que
querían ser más "progres" que sus antecesores) habían llegado a la Universidad
auténticas remesas de analfabetos letrados. Lo malo es que salían casi igual
que habían entrado pero con el rotulillo de alguna especialidad, lo cual era un
cierto consuelo para el paro o la inadecuación laboral posterior.Entonces ¡bien por Harry
Potter! ¡bien por Lawrence de Arabia!Pero compartir este
sueño mío no os va a salir gratis, pues se trata de un sueño de
interculturalidad, y para eso nos convocaron a todos, lectores y autores, y
creo que es lo que nos interesa.El precio a pagar es la
descodificación del relato, algo que va desde la crítica textual, el
psicoanálisis, la historia, la sociología y debería desembocar en la empatía
con el otro, o con los otros, personajes tan reales como yo y que pueblan o
poblaron hasta hace poco este planeta, cada vez más necesariamente
intercultural.Tendremos que hacerlo
juntos, o yo, lentamente y en voz alta frente a vosotros y con vosotros, es
preferible, pues no lancé una abstracción psicoanalítica de profundidades
(Tieff Psichologye und Persendlicher Geist Bewegung) para complacer al Maestro
Jung al que todos debemos tanto; he tocado conscientemente fibras muy sensibles
para mí (hasta mis veinticinco años por lo menos eran relevantes) sólo para
compartir con vosotros un verdadero relato intercultural que tiene bastante que
ver con mi vida, o con la narrativa elaborada de mi vida. II A) Ante todo ¿por qué
Lawrence de Arabia y no el Che Guevara, más acorde con mi edad y con la época
que me tocó vivir? Se trata de una adhesión
a mitos primordiales y a arquetipos personales que marcan las diferencias de
carácter, y lo único que no es un fenómeno de masas es la persona humana con
sus características, sus mitos y sus sueños, aunque frecuentemente protagoniza
y se ve implicado en fenómenos de masas. El fenómeno de masas lo crea esa
dinámica especial y supracultural que es la masa, lo que el individuo "presta"
y por un tiempo muy limitado es una pequeña parte de su propio YO, la más
carente de respaldo colectivo y autoafirmación. Terminado el fenómeno, que
también es de tiempo limitado, el YO vuelve a sus contradicciones, a sus
miserias y a sus esperanzas más íntimas.Fluye ahora el espacio
energético de la Transculturalidad (Ken Wilbur).Algún lector avisadillo,
ciertamente más moderno y puesto al día que yo, me quiere "corregir los amores"
y se ofrece a sacarme del "error". Así me dirá mi lector:-"¿No sabes que tu héroe
primordial, Lawrence de Arabia, era en realidad un agente del Imperio
Británico, un espía arqueólogo y orientalista colocado por el Foreign Office
para derrumbar al Imperio Turco y controlar los movimientos de los Árabes y el
creciente poder Sionista en Palestina?Entonces ¿Por qué no te
gusta el Ché Guevara, que es mucho más nuestro y mucho más actual?"La pregunta me hace
pensar, pero no está bien formulada en su contexto, pues estamos hablando de
mitos primordiales y arquetipos: el mercado capitalista, la publicidad y el
Arte Pop de Andy Warhol me ganaron la partida. Llegaron antes que yo al mito
Ché Guevara.Por otra parte, en
términos junguianos o por simple ética, nadie se debería meter con los mitos de
nadie, sólo podemos intentar descodificarlos hasta donde se pueda y
analizarlos.Mi mesa de trabajo, en
todos los países que habito (por ahora Granada y Jerusalén) siempre lleva por
lo menos dos imágenes, a veces esculturas, a veces pisapapeles, pero
ciertamente arquetipos necesarios para mí al comenzar una jornada de arduo
trabajo intelectual, como el busto de Moisés.Yo personalmente siempre
me identifiqué con fundadores de países, de sociedades nuevas o de
civilizaciones nuevas que crean una nueva forma de conciencia. Y esto también
dura un tiempo limitado. ¿Es eso fetichismo, una
fijación infantil, una búsqueda de imagen paterna o un desmedido afán por la
mitomanía?Quizá haya un poco de
cada cosa, pero yo me congratulo de que con la mayoría de edad soy cada vez más
consciente de mis mitos primordiales y arquetipos que sirven de apoyatura para
mi personalidad actuante.Aparte, y como decían
nuestras abuelas, sobre gustos no hay nada escrito. ¿Es que alguien se pondría
a opinar sobre "el amor en sí" o la elección de una pareja que a ojos de los
demás parece inadecuada? Aquí, con mucha sabiduría popular seguirían diciendo
las abuelas: "Algo tendrá que nosotros no sabemos".Pero con esto aún no
hemos resuelto la interculturalidad, la del héroe escogido y la del autor con
su propia narrativa. B) Con la frase "algo
tendrá que nosotros no sabemos" (Abuelita dixit), tratamos de descodificar y
entender la interculturalidad del héroe escogido (el porqué lo escogí quedó
medianamente aclarado).Ante todo es un héroe de
la modernidad histórica: la de la soberanía, la autonomía del YO frente al
poder y a la muchedumbre, la independencia política, los estados nacionales, la
creación de una identidad colectiva a veces impuesta a tiros, porque sabe que
estas identidades son funcionales y a corto plazo, y juntamente con eso la gran
soledad como el núcleo duro y constante de la existencia humana (Erich Fromm,
El miedo a la libertad y Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea).Es un Héroe de la
Modernidad tal como la entendemos desde la Historia y las Ciencias Sociales, en
un medio absolutamente pre-moderno, lo cual es ya una muestra de honestidad, de
valentía y de inadecuación temeraria (si no se explicaba bien podrían matarlo),
y ya es un paso más allá que el fácil recurso de ideólogos postmodernos,
deconstruccionistas y relativistas que no vacilan en unir su postmodernismo
cínico y cansado a las formas más cerriles de la Premodernidad.Lo único que rechazarán
estos últimos son los desafíos de la Sociedad Moderna y de la Sociedad Abierta,
que aún están lejos de haberse cumplido. Es una loca fuga hacia adelante que lo
único que busca es el nirvana personal.Asistimos hoy al "todo
vale" (everything goes) que ya describía sabiamente Ernest Gellner en su
metodología de la Historia.Lawrence arriesga su
vida para llevar algo de los valores aprendidos en la vieja Europa, en largas
sentadas en las bibliotecas universitarias de Oxford, en atiborradas clases de
grandes profesores y pensadores que probablemente atendieron al curioso y
torturado jovencito irlandés, y no se descarta que desgranaran sus pensamientos
y su filosofía frente a grandes pintas de cerveza negra en tabernas llenas de
humo.Debo aclarar
históricamente que antes de la Primera Guerra Mundial hubo un renacimiento de
la romántica y el orientalismo, a veces por fundamentalismo bíblico y otras por
rechazo a las religiones establecidas, demasiado estatalizadas (especialmente
los cultos protestantes), que se tradujo en significadas conversiones de
figuras relevantes del pensamiento al Catolicismo y al Islam, en este último
caso acompañado de prácticas sufíes.Así y todo, nuestro T.E.
Lawrence, fuera o no un agente secreto del Imperio Británico, es muy probable
que hubiera estudiado a Hegel, Kant, Nietzsche y otros imponderables del
pensamiento occidental, y los quisiera poner en práctica en esas latitudes.Lawrence es un héroe que
tiene dudas, interrogantes y zozobras, lo cual le humaniza a nuestros ojos y lo
retira de la estructura mítica y cerrada del héroe clásico (Ungerbrochener
Mitos.- Paul Tillich). El héroe clásico cumple un destino pero sabemos muy poco
sobre su vida interior (el fatum de un héroe importa más que su psique).Lawrence nos dejó muchas
de las páginas más bellas y más profundas de la literatura bélica de principios
de siglo en su libro Los siete pilares de la sabiduría. La prueba está en que
el libro mereció la atención de George Bernard Shaw, Bertrand Rusell, mucha
gente del Círculo de Bloomsbury, y aun en la lejana Buenos Aires de principios
de siglo se crea el "Grupo Sur" de los ultraístas dedicado prácticamente a
estudiar la obra y el pensamiento de Lawrence de Arabia. Lo traducen y lo
comentan jóvenes tan curiosos como Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Silvina
Bullrich, Nora Lange y posteriormente Bioy Casares.Pero Lawrence no es un
misionero ni un cruzado, ni un benefactor paternalista y etnocéntrico. Es sin
proponérselo un "portador de valores eternos" del "Occidente cristiano" mucho
antes de que llegaran las tropas del Gral. Allenby tocando gaitas frente a los
muros de Jerusalén. Al fin y al cabo es un agente secreto (tal vez), que es la
mejor manera de ser agente en una relación de interculturalidad.; porque si
alguien es "agente público" no es otra cosa que un misionero, un colonialista o
un vendedor de hamburguesas globalizables, siempre y cuando la materia prima la
pongan los nativos y las consuma alegremente la colonia mucho después.Pero Lawrence llega a un
principio al que ya habían llegado previamente los Místicos Judíos de la
Protocábala (Gershom Shalom, Yosef Dan) y luego los Místicos Musulmanes,
especialmente los sufíes. Quizá lo hizo por un proceso inconsciente, no creo
que el Foreign Office lo hubiera capacitado para eso: Lawrence descubre la vivencia
del Ypus (en Hebreo, de la palabra Efes: Cero), se trata de anular por un
tiempo toda su personalidad, su Ego, sus características personales, su
background cultural, y dejar que el desierto, su gente y su cultura entren en
él barriendo como en una tormenta de arena todo lo que traía de antes.
Experimenta un cambio de personalidad por un bautismo de "sangre y arena",
nunca mejor dicho.A partir de ahí ya no le
cuesta nada invocar a Alá lo mismo que a Jesucristo, recordarle a los beduinos
desarrapados que sus antecesores construyeron las maravillas del Generalife y
la Mezquita de Córdoba, y no se queda atrás cuando participa en venganzas de
sangre para aplacar a dos tribus rivales o provocar masacres a golpe de espadas
y shabryot entre los Turcos que se retiraban dejando la tierra arrasada a su
paso.Si no lo hacía no sería
uno de aquellos beduinos que él quería transformar en Nación de los Árabes
(Kauma Al Arabi).Como todos los héroes de
la modernidad, le toca ser auténtico, arrepentirse, tener dudas y sufrir por lo
que hace. No pasaría eso con los héroes de la antigüedad y la mitología, que
cumplen ciegamente un fatum, un destino trazado por los dioses. Lawrence funciona en una
época en que ya se conoce a Nietzsche, y éste y su obra Así habló Zaratustra le
involucran tanto como la Biblia y el Corán, pero en sus partes más agresivas.Sus matanzas, efectuadas
a mano y a cuchillo, son coreadas por cientos de beduinos que conocían eso como
la ley del desierto: no se puede dejar prisioneros ni heridos en el campo. Una
moral muy extraña a ojos y oídos occidentales y ciertamente de la prensa de su
propio país, que en cambio considera lícito por motivos estratégicos hacer
"bombardeos de ablande", ataques preventivos, ataques de intimidación,
bloqueos, hambrunas de población, limpiezas étnicas en lugares cuya ubicación
no conocen ni en el mapa.Hay en Lawrence una
cierta necrofilia y un regusto personal por la sangre y la muerte "gloriosa",
repetidas menciones de la "Shaada" (el martirio) que aparece en muchos de sus
sermones y discursos en dos de sus libros: El troquel y Los siete pilares de la
sabiduría.Aquí Lawrence es el
héroe de sus propias fantasías y de sus propios resentimientos, obedece más a
un puro instinto nietzschiano muy acorde con los hombres y con la región en la
que vive y que pretende liberar, y evidentemente poco acorde con lo que él
consideraba vínculos opresores del pasado europeo: el Ejército, la Iglesia, la
Universidad, la moral victoriana y su propia marginalidad familiar.Pero es también un héroe
paradigmático de la Interculturalidad, que no es en absoluto mimetismo.Es evidente que a pesar
de esos momentos de "histeria de conversión" (y no son tan frecuentes, él mismo
era un gran mitómano y exagera el número de batallas, de muertos y de voladuras
de trenes) era, consciente o inconscientemente, portador de todos esos valores
que decía rechazar. La prueba está en que todos esos sermones y discursos que
decía en Árabe frente a su tropa, o alrededor de las fogatas en la jaima, o en
largas noches de desierto, mientras el "finyan" de té dulce o café circula
entre los guerreros asombrados por "Al-Anglisi" y "Sheij Al-Aurans", después
los revierte y los traduce al Inglés, que es su lengua de origen, para abrir
una brecha intercultural en su propia sociedad que recién bosteza y se
desentumece de la larga etapa victoriana sin saber aún digerir por qué el mundo
que le rodea está en guerra, por qué imperios tradicionales con entorchados y
cascos con plumas se disgregan como azucarillos en el té y pueblos relegados de
los que apenas se podía repetir sus nombres emergen en el mapa político de la
postguerra y se constituyen en estados nacionales.Sin proponérselo,
Lawrence, que no es mas que un héroe de su propia fantasía y de sus propios
fantasmas, está creando con sus libros de memorias y meditaciones una nueva
escuela filosófica en Europa cuyos alcances llegan hasta Sudamérica. Si alguien
muy lejanamente recogió el mensaje (y quizá ni sabía quién era el tal Lawrence)
va a ser el Presidente Wilson de los Estados Unidos, pero por motivos muy
distintos a los de la interculturalidad.Dijimos que Lawrence
tiene momentos de ruptura con su medio –con todos los medios que le toca vivir
en cada momento-, momentos de arrepentimiento, momentos de angustia muy
parecidos a los del Huerto de Getsemaní, antes de cada batalla decisiva, y sin
duda, estuviere donde estuviere y con quien estuviere, una soledad opresiva y
reflexiva que no le abandonaba nunca. De ahí sus grandes dotes histriónicas
cuando está en sociedad, su afán por los "disfraces" (ropas regionales, otra
prueba de interculturalidad) y su empeño en revivir y reinterpretar antiguos
mitos que le sirvieran para sobrevivir a él y a su gente en esas condiciones.Cuando se arrepiente,
cuando se angustia, cuando se siente solo e incomprendido, cuando es consciente
de su propia marginalidad aun en ese sitio inhóspito del Oriente Medio, hay
destellos de "pensamiento occidental moderno" y claramente algo que va desde el
núcleo duro de su personalidad, de su historia personal, y se trasunta en su
actuación frente a los Otros.Un elemento necesario en
la interculturalidad es saberse Otro frente a Otros y en buscar puntos en común
de entendimiento, mitos de supervivencia y espacios de convivencia.El siglo XX (y ya
empezamos mal el s. XXI) está harto de gente que decía NOSOTROS, asumía algún
NOSOTROS sin que nadie se lo pidiera, y que en nombre de todos esos valores que
Lawrence esbozaba en las soledades del Sinaí, mató mucha más población que
Lawrence con sus combates y sus trenes volados. Pues a pesar de esas maneras
tan toscas y violentas de fraguar un colectivo político inexistente hasta
entonces y aun hoy sostenido con chinchetas (y petrodólares fundamentalmente)
que era la Gran Nación Árabe (Umat al Kabir al Arabi), poner y quitar reyes y
destruir imperios (hacia el fin de la Primera Guerra Mundial esto no era muy
difícil), Lawrence se encuentra necesariamente solo, axiológica y
ontológicamente solo, y en todos sus escritos, dibujos, y en sus andanzas busca
al hombre solo entre la muchedumbre.Hay una frase suya
después de una victoria cuando está su tropa reunida (o casi reunida, que los
beduinos no son húsares austrohúngaros): "Aunque fuera a la otra cara de la
luna no podría encontrarme más solo". Revelador pero no acongojante. El héroe de la
interculturalidad es un héroe solitario, secreto, un agente realmente, que abre
brechas de interrogante, de fusión, de entendimiento, de síntesis, y logra una
"preñez feliz y mestiza".Tiene conciencia de
alteridad y de marginalidad. Si fuera un bien colocado y un instalado no podría
ser portador inconsciente de valores de la sociedad que en cierto modo le
vomitó de sí misma y lo llevó a ser héroe intercultural (el término es mío, no
sé si existe alguna carrera para obtener ese título).Un bien colocado, un
bienamado por los poderes, aunque sea un genio y merezca esa colocación, no es
portador inconsciente de valores porque no es un marginal; es un especialista
en el discurso del poder que se generó en el centro. El centro (siempre de
poder: social, cultural o económico) no es en absoluto cínico o malvado por ser
centro, es lejanamente heredero de esos valores, pero su máximo valor hoy día
es su propia supervivencia y estatus.El héroe intercultural
es siempre el OTRO (Alter) para la sociedad que le rodea y lo forma y para
aquella otra en la que elige vivir y transformar. Es el extranjero sustancial.Al ser un "OTRO eterno"
no le cuesta mucho encontrarse con OTROS, automáticamente se vuelve "agente
cultural" (¡bien dicho!¡agente secreto!), y de esa alteridad nace una síntesis
enriquecedora y una transformación personal: el mestizaje.Esto no tiene nada que
ver con el mimetismo, que hoy también podría ser "chaquetismo" o
"transfuguismo".Para no cansar a los
lectores con mi arquetipo personal, Lawrence de Arabia, les propongo como
desafío interior que escoja cada cual el suyo personal y le aplique estas
definiciones mías que no son taxativas sino vividas, tanto en el sueño como en
la realidad, y verán como cada época produjo sus propios héroes de la
interculturalidad que formaron culturas.¿Qué tal Cristóbal
Colón? ¿Qué tal Cervantes? ¿Cómo quedarían Hernán Cortés o Francisco Pizarro?
¿Y Santa Teresa de Jesús? ¿Francisco de Goya, vale? Estudiad sus biografías.Y ya en la época
moderna: Max Aub, Antonio Machado, Santiago Ramón y Cajal, Ortega y Gasset...
¿por qué no el P. Ellacurría a quien ningún miembro del stablishment autonómico
PNV le otorgaría el "Premio Sabino Arana" al "más auténtico nacionalista
vasco", ni la Compañía de Jesús propondría ni para Obispo, Doctor de la Iglesia
o Santo? ¿Fueron su vida y su forma de morir totalmente inútiles o desechables?Y ya una vez puestos: intentadlo
con el Ché Guevara, rescatadlo de las camisetas y del arte pop y de los
eslóganes oportunistas mediatizados e intentad incorporarlo a vuestros sueños,
los no proyectados y los inconscientes. Ambos valen. III Hasta aquí mi
explicación sobre mi "héroe primordial". Veamos ahora quién es el antihéroe
intercultural.En cierto modo es el
perdedor en esta historia, aunque siempre aparenta ganar, tener sentido común
(¿común con quién?) y estar bien colocado; es un ciudadano ejemplar y está en
el centro de todas las decisiones, no las formuló él, por supuesto, pero por
una razón de ósmosis social o procesos de socialización acelerados su discurrir
es el discurso del poder y por su boca habla el consenso.Es un ciudadano ejemplar
que nunca sería periferia aunque su barrio tal vez lo sea con respecto a la
City, pero eso no importa porque aún no llegaron paquistaníes ni indios ni
jamaicanos. Este portavoz de los valores del "Occidente que se siente" es (ya
lo habréis adivinado): el inglés del periódico y del té con leche mañanero.Siguiente